Meses más tarde
Sheena dio las gracias al médico otra vez después de
su visita diaria. Habían pasado varios meses ya desde el accidente y a pesar de
que los moratones se estaban desvaneciendo y las heridas estaban sanando,
Damian aún no había despertado. Jace entró en cuanto salió el doctor.
- ¿Cómo está?
- Igual que todos los días. Un poco mejor, pero
todavía tenemos que esperar.
Las cosas entre ella y Jace habían cambiado, estaban
incómodos el uno con el otro, desde la pelea. Sheena acaricio el pelo de Damian, quitándoselo de
la frente, ya que lo tenía un poco más largo y ahora hasta tenia barba.
- Sabes, nunca le dices que lo amas.
- ¿Qué?
Su cabeza se levantó para mirarlo.
- ¿De qué estás hablando?
- Te escucho hablar con él, todos los días. Le dices
qué día es, en qué condición que se encuentra, lo que sale en las noticias, el
tiempo que hace, y luego le haces un millón de preguntas que no puede
responder. Pero nunca, ni una sola vez, he oído decirte que lo amas.
- Yo… yo… ¿por qué te importa?
- Porque yo sé lo que sientes. Porque tal vez eso es
lo que él necesita oír para salir de este maldito estado de coma.
- No lo es.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque lo sé ¿vale?
- ¿Se lo has dicho? ¿Cuándo no hay nadie alrededor?
- No Jace, no lo he hecho.
- ¿Por qué? ¿Por qué no?
Miró a Damián, preocupada de cómo este argumento le
pudiera afectar.
- ¿A qué estás esperando?
Sheena miró a su amigo.
- ¡Estoy esperando a que despierte, Jace! Estoy
esperando a que abra los ojos y me mire, para que pueda saber que todo lo que
está escrito en ese diario es de verdad y él todavía siente eso por mí cuando
despierte. Estoy esperando para poder estar segura de que no lo voy a perder.
Una vez que sepa eso, una vez que esté despierto y pueda ver esos preciosos ojos suyos, entonces es cuando yo le diré que
lo amo!
- Entonces será mejor que te des la vuelta y se lo
digas Sheena, porque mi hermano acaba de despertar.