domingo, 20 de abril de 2014

Confesiones de un admirador secreto - Capítulo 24

Oh dios.
Sheena tembló contra Damian cuando oyó que algo se caía al suelo. ¿Acababa de soltar la otra muleta?
¡Oh pero a quién le importaba! ¡Él la estaba besando!
Y no fue sólo un beso dulce, por supuesto que no.
Este beso era intenso, salvaje, uno de esos que te cala hasta el hueso, te vuelve loca, te humedece las bragas y te corta la respiración…
Sus cuerpos estaban pegados y ella podía sentir lo duro que estaba.
Oh señor...
Él habló contra sus labios, haciéndole cosquillas con su cálido aliento.
- Cariño, me voy a caer.
- ¿Eh?
Ella abrió los ojos lentamente y lo vio tambalearse, apoyado con un brazo extendido en la pared, aguantándose.
- ¡Oh!
Rápidamente se agacho para coger la muleta caída e inevitablemente, sus ojos se abrieron mucho al ver el gran bulto en sus pantalones. Pantalones que no estaban haciendo nada para ocultar su evidente estado de excitación.
Se lamió los labios mientras él soltó un gruñido.
- Tengo que volver a preguntártelo, ¿te gusta lo que ves?
Ella se sonrojó mientras se incorporaba, recordando cuando él había hecho la misma pregunta. Ella le también había estado comiéndoselo con los ojos aquella vez, ¿verdad?
Hizo caso omiso de las mariposas en su estómago y se encogió de hombros.
- Meh... supongo que sí.
Él arqueó una ceja, su ego masculino claramente ofendido.
- ¿Supones que sí, eh?
Se dio la vuelta, de repente nerviosa. Su mirada ardiente era demasiado, sobre todo porque ella no estaba acostumbrada a que él la mirara de esa manera.
Damian se aclaró la garganta.
- Bueno Sheena, tengo una propuesta para ti.
Él la siguió lentamente con sus muletas mientras ella andaba y miraba a su alrededor, adorando la casa y la forma en la que estaba decorada.
- ¿Qué tipo de propuesta?
- Quédate aquí conmigo. Se mi enfermera-en-casa. No me puedo mover del todo bien, así que necesito... a alguien. Incluso te pagaré.
- Damian...
- Por favor.
- Me quedare, pero no tienes que pagarme.
- Sé que perdiste tu trabajo por mi culpa. Porque tenías que quedarte conmigo.
- Yo no tenía que hacer nada. Lo hice porque quería.
Se miraron a los ojos, sin ni decir una palabra. Estuvieron un minuto… dos…
- Voy a tener que ir a por mis cosas.
Él miró hacia otro lado, casi parecía culpable.
- ¿Hay algún problema? Damian?
- Yo ah, pedí que Jace trajera tus cosas.
- Oh.
Ella soltó un bufido.
- Bueno, eso me ahorra el trabajo.
Él la miró sorprendido.
- No te has enfadado.
- No. Como que me gusta la idea de que me quieras aquí. Aunque sea de enfermera. Además, ¿esa actitud de macho alfa, tomando el control, y que seas un poco mandón? No debería admitirlo, pero… no me importa demasiado. Casi podría acostumbrarme a eso. Así que, ¿dónde voy a dormir?
Su mirada era intensa y la siguiente palabra era casi un gruñido.
- Conmigo.

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