domingo, 7 de julio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 21


Dani solo podía oír el rugir de su sangre al pasar por sus venas. Todos sus instintos de animal salvaje estaban listos para salir a la superficie. Quería tirar a Silvia sobre su hombro y esconderla en algún lugar donde ningún hombre pudiera volver a verla jamás. El hecho de que ya hubiese habido alguien antes que él, aunque no fuera en la cama, lo ponía enfermo, aun sabiendo que no era un sentimiento muy racional. ¡Silvia era suya!

- ¿Porque yo no sé nada de esto? 

Miro a Marta y Eduardo, pero fue Silvia la que respondió soltando un bufido.

- ¿Y porque ibas a saberlo? Ni que te hubiesen contado todo lo que pasa en mi vida.

Las caras culpables de sus padres lo decían todo. Silvia dio un paso atrás y se tapó la boca con la mano, incrédula.

- Marta, Eduardo, ¿porque yo no sé nada de esto? 
- Hijo, pensamos que sería mejor que no lo supieras. Yo jamás hubiese dejado que se celebrara esa boda, y no queríamos que volvieras aquí como loco. Estabas en Estados unidos cuando esto pasó.
- ¿Hace tres años de esto?

Dani la miro, esperando una respuesta, pero ella no se podía mover.

- ¿Y todavía tienes amistad con este tío?

Silvia no respondió, levanto la barbilla orgullosa y cruzo los brazos.

- Marta, Eduardo, ¿nos dejáis solos un momento?

Su madre cogió a Hook, y en silencio salieron de la cocina. 

- ¿Que significa ese tío para ti?
- Ya te lo he dicho, es solo un amigo.
- ¿Y porque estabas prometida con él?
- Ay Dani y yo que sé, ¿nos podemos olvidar del tema?
- ¿Vas a seguir hablando con ese?
- ‘Ese’ tiene nombre, es mi amigo y si, pienso seguir siendo su amiga.
- Me da igual como se llame o quien sea, así que si piensas seguir manteniendo la amistad con él, no. No nos podemos olvidar del tema.

Silvia suspiro, ya se estaba cansado de esto. ¿También tendría que esconder su amistad con Charles, por Dani?

- Y a mí me da igual lo que pienses, porque no voy a dejar tirado a mi amigo, ¡ni por ti ni por nadie!
- Silvia, escúchame bien, te prohíbo que…
- ¿Me prohíbes? ¿Pero tú te estás escuchando? ¡Pareces un loco celoso! 

Dani no respondió, solo la miraba intensamente. No podía responderle porque así era exactamente como se sentía, loco de celos. Solo de imaginarse que Silvia pudiera estar casada con otro, le partía el corazón.

Silvia quito el anillo y se lo tiro a la cara.

- ¿Sabes qué? Paso de esto, ¡paso de ti! ¡No pienso casarme con alguien que me prohíbe algo que no tiene sentido! ¡No voy a casarme con alguien que no confía en mí!

Antes de que Dani pudiera detenerla, Silvia salió de la cocina, y subió corriendo las escaleras hacia su habitación. Cuando quiso ir detrás de ella, Marta lo detuvo.

- Déjala hijo. Necesita estar sola.
- Pero Marta…

Le enseño el anillo, y su cara de desesperación lo decía todo.

- No te preocupes, se casara contigo, pero ahora necesita espacio.
- Ven hijo, creo que los dos necesitamos una copa.

Eduardo le palmeo la espalda y se lo llevo mientras el miraba hacia la escalera por donde había desaparecido Silvia.  

Unas horas más tarde Dani se sentía como un estúpido, había herido a Silvia, había arruinado su boda y ahora estaba aquí intentado ahogar sus penas con alcohol. Era patético. Esta vez no se sentía ni humillado, simplemente se sentía ridículo. Y aun así, no podía dejar de pensar en el idiota que alguna vez había sido su prometido. El pequeño Hook estaba a sus pies, pegando saltos y mordisqueándole los zapatos, con obvias ganas de jugar. Eduardo estaba en la habitación con él, pero no decía nada, solo le hacía compañía.

- Nunca lo quiso. Eso tienes que saberlo hijo.

Dani miro al hombre que lo había acogido, que lo había criado y que había estado a punto de convertirse en su suegro. Sacudió la cabeza.

- La he cagado.

Eduardo se rio con ganas.

- Si, eso está claro. Pero te perdonara hijo, no te preocupes.
- Que va. Esta no me la perdona en la vida.
- Claro que sí, te quiere demasiado como para no casarse contigo.

Eduardo tuvo que ver la esperanza que apareció en sus ojos.

– No me mires así hijo, te quiere desde el momento que le regalaste aquel video de dibujitos y si no te has dado cuenta es que estas más ciego de lo que pensaba.

Dani soltó un bufido, pero no quiso hablar más del tema.

- Tendréis que trasladaros aquí, no quiero que ninguno de los dos viva lejos de nosotros.
- Ya da igual Eduardo. No hay boda.
- Claro que hay boda, tú déjamelo a mí. Ahora hablemos de tu traslado… 

Silvia se había encerrado en su habitación que ahora estaba vacía. La actitud de Daniel no la sorprendía demasiado, porque si ella hubiese descubierto que el mantenía amistad con alguna mujer… Pero que estaba diciendo, seguro que en Barcelona había decenas de mujeres suspirando por él, esperando convertirse en su ‘mejor amiga’. Ese pensamiento hacia que tuviera nauseas, así que decidió concentrarse en otra cosa. Miro a su alrededor, pero como no quedaba nada en la habitación, no había mucho que hacer. Se tumbó en la cama y miro la mano donde por solo unas horas un precioso anillo había adornado su mano, con la promesa de convertirse en la Señora González…
 
Quizás había sido demasiado impulsiva al quitarse el anillo así y cancelar la boda, pero si ahora dejaba que le prohibiera tener amigos, cuando estuvieran casados la encerraría en una jaula de oro por lo menos. No podía dejar que las cosas quedaran así, aunque volver abajo y tirarse a sus brazos tampoco parecía una buena opción. Estaba hecha un lio, y no sabía qué hacer, por lo que se quedó encerrada hasta que oyó como el coche de Dani se alejaba. Sin ella.

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