Las siguientes semanas pasaron con
lentitud. Dani le había llevado su bolsa de viaje y su madre le había traído
ropa de su piso, ya que no la dejaban irse de casa, como si tuvieran miedo de
que huyera o algo parecido. Había hablado con su amigo, y le había explicado la
situación, que él había entendido perfectamente, como el encanto de hombre que
era. No había visto a Dani desde la noche en la que le tiro el anillo, aunque
sabía que iba todos los días y se quedaba a almorzar y cenar. Ella se negaba a
bajar y se quedaba en la habitación como una niña castigada. Su madre siempre
bajaba a Hook, y luego le llevaba una bandeja con comida. Antes del almuerzo
podía oír a Dani jugando con el cachorro en el patio.
Aunque no se quería asomar, hoy era
distinto, hoy necesitaba verlo, así que con cuidado se asomó. Hook ladraba y
saltaba a su alrededor jugando con Dani, que de pronto levanto la vista hacia
su ventana, como si hubiese sentido su mirada. Silvia decidió que después de 3
semanas de jugar al escondite, ya era suficiente. Hoy bajaría a almorzar.
Dedico mucho tiempo a arreglarse, y
aunque no tenía mucha ropa para elegir, pensó que unos vaqueros y un top bien
escotado bastarían por hoy. Bajo antes de que su madre pudiera subir la bandeja
con comida, y cuando entro en la cocina, todos se quedaron callados.
- Hola a todos.
Hook se acercó para olisquear y saludarla.
- Hola peque.
Lo acaricio brevemente y se acercó a su
madre para darle un beso en la mejilla
- Huele delicioso, mama.
Se acercó a su padre, quien también
recibió un beso en la mejilla.
- Hola hija.
Silvia deseaba acercarse a Dani, y
plantarle un beso en la boca, pero todavía estaba dolida con su actitud, así
que decidió ignorarlo. Ayudo a su madre a servir la comida y almorzaron en
silencio. Cuando terminaron, su madre la convenció para ir de compras pero su
padre quiso hablar con ella antes, así que dejo a su madre con Dani en la
cocina.
Dani estaba dolido, Silvia ni siquiera
le había mirado, aunque por fin había bajado a comer con sus padres. Sabía que
Eduardo estaba haciendo planes detrás de su espalda, y por mucho que Dani
preguntara, Eduardo no soltaba prenda.
Llevaba el anillo siempre con él, en el
caso de que por algún milagro Silvia decidiera perdonarlo. No sabía de qué podía
estar hablando con Eduardo pero esperaba que cuando saliera de alguna manera
todo estuviera arreglado – aunque era realista y sabía que eso no iba a ser tan
fácil.
- Hijo, no te preocupes. Todo saldrá
bien, ya lo veras.
- Ay Marta, siempre dices lo mismo –
Sonrió – pero esta vez es diferente. No me va a perdonar que la obligue a
romper la amistad con su amigo.
- Entonces no la obligues a hacerlo.
- No tengo más remedio Marta. Me mata
que esté hablando con ese tío, al que yo no conozco de nada. Por Dios, ¡sí
estuvieron prometidos! ¿Quién sabe qué tipo de amistad tienen?
- ¿No te fías de mi hija?
- Claro que si Marta. –Mentiroso-
No me fio de ese amigo suyo.
- Tienes que confiar en ella. Porque no
le hablas tranquilamente, y le dices cómo te sientes.
Dani se levantó y abrazo a Marta.
- Gracias. Eso hare.
Dani salió al pasillo para ir a dar un
paseo con el perro mientras esperaba a Silvia cuando esta salió de la
biblioteca dando un portazo. Miro a Dani y se le acerco, con cara de muy pocos
amigos.
- Dame el anillo.
- ¿Que ha pasado ahí dentro?
- ¡Que me des el maldito anillo Dani!
Lo saco de su bolsillo, y se lo
entrego. Silvia parecía a punto de explotar mientras se lo ponía.
- Lo has conseguido, nos casamos la
semana que viene. Pero te aseguro que cuando estemos casados, no me vas a
prohibir nada, ni obligarme a nada. Has ganado esta batalla, ¡pero yo pienso
ganar la guerra!
Salió corriendo antes de que Dani
pudiera entender qué demonios había pasado dentro de la biblioteca.
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