Al día siguiente Silvia se levantó sola
y sintió de nuevo una punzada de decepción. Se levantó, pero no tenía ganas de
vestirse, por lo que se puso la bata de Dani antes de bajar a explorar. La
última vez que había estado aquí no le dio demasiado tiempo, así que aprovecho
ahora que podría pasear por la casa a su antojo. Dani la había decorado a su
gusto, tenía ese toque tan masculino que era característico de él, pero a ella
le encantaba. Solo haría un cambio en toda la casa, y eso sería la cama. Solo
de pensar en las mujeres que habían podido disfrutar de su marido en ella…
Escucho al perro de ladrar y fue hacia
la habitación desde donde venía el sonido. En la puerta se quedó mirando hacia
su recién estrenado marido, que jugaba con el perro en lo que parecía una
oficina. Estaba tumbado en el suelo tirando una pelota para que Hook fuera detrás.
No se había dado cuenta de la presencia de Silvia por lo que ella lo pudo
observar tranquilamente. Dani parecía relajado, casi feliz y Silvia fijo la
mirada en su mano donde ahora llevaba el anillo de casado. Verlo así le
gustaba, y la imagen que tenía ante sí era muy íntima, muy familiar. Solo
faltaban unos niños que juguetearan alrededor de su padre. El suspiro que soltó
alerto a Dani de su presencia, que se levantó con fluido movimiento, con el
cuerpo tenso.
- Buenos días.
- Buenos días Dani.
- ¿Has dormido bien?
- Si, estupendamente gracias.
Silvia odiaba esta falsa formalidad.
Casi prefería que se pelearan, que se gritaran. Al menos así habría algo de
emoción.
- Ven, que te hago el desayuno.
Le tendió la mano, y Silvia dudo antes
de aceptarla.
- Si estás muy ocupado, puedo ir sola. Tú
ya habrás desayunado, ¿no?
- Te estaba esperando.
Ya no le ofrecía la mano.
- Ah…
- Vamos.
Habían decidido que por ahora no iban a
ir de luna de miel. Las cosas estaban demasiado tensas entre ellos y con el
traslado de Dani no podían permitirse perder el tiempo. Por ello Dani
trabajaría desde casa unos días, hasta que hubieran trasladado todas las cosas
del piso de Silvia. Se pusieron a ello al día siguiente. Dani no la había
vuelto a tocar y eso le molestaba y le dolía, pero como el día anterior se
había quedado trabajando hasta tarde, Silvia suponía que estaba cansado, aunque
intuía que eso no era todo. Los días que siguieron, la historia se repetía. Se
pasaban el día juntos en el piso de Silvia empaquetando cosas para mudarlas, y
por la noche, nada. Ni un roce, ni una caricia, nada.
Silvia se sentía frustrada, pero su
orgullo no le permitía darle a Dani la satisfacción de verla así. A los pocos
días terminaron y ya solo quedaba el baúl con las cosas del pasado que
compartía con Dani. Por nada del mundo quería que el viera que todavía guardaba
todas esas cosas, por lo que insistió en llevarlo ella sola.
Cuando por fin terminaron de vaciar su
piso, todas las cosas estaban en una habitación que Dani había dejado vacía
para ella. Tendría que guardarlo todo poco a poco, y buscarle su sitio en esta
casa. Decidió preparar la cena, sorprendería a Dani haciéndole un plato que su
madre le solía preparar porque le encantaba. Empezó temprano y se esmeró para
que saliera perfecto. Después de todo, su madre siempre decía que a los hombres
se les conquistaba por el estómago. Silvia tenía ganas de comprobar si era así.
También le preparo su postre favorito, tal y como le había enseñado. Cuando
Dani entro en la cocina abrió mucho los ojos al ver todo lo que había preparado
Silvia.
- Huele bien.
Silvia le sonrió.
- Espero que te guste
Empezaron a comer y Dani le comento que
todo estaba delicioso. Después de eso Silvia pensó que cenarían en silencio
como todos los días hasta ahora. Pero esta vez Dani la sorprendió, aunque
parecía enfadado. Casi hostil.
- Mañana iré a la oficina a trabajar.
- ¿Tan pronto?
Silvia pensó que tendría más días con
él, aunque tampoco es que estuvieran juntos.
- Bueno, si es lo que quieres.
- No es que quiera Silvia, es que llevo
demasiados días trabajando desde casa.
- Vale.
Continuaron en silencio. Dani suspiro y
puso algo en la mesa.
- Me he encontrado esto entre tus
cosas.
Silvia miro la cajita con el anillo que
le había dado Charles. Ni se acordaba de que lo tenía.
- ¿Y?
- ¿Como que y? ¿Guardas un anillo así y
lo único que tienes que decir es ‘y’?
- Que quieres que diga Dani? Es solo un
anillo.
Dani la miro incrédulo
- Lo haces a propósito ¿verdad?
- ¿Hacer el que? No sé de qué me estás hablando.
- Maldita sea, Silvia. Me engañaste
para que me casara contigo, ¿y ahora me tengo que encontrar con cosas que te
han regalado otros tíos?
- ¿Como sabes que eso me lo ha regalado
otro hombre?
- Por favor, Silvia ¿crees que soy
tonto? Más te vale deshacerte de todo lo que tengas por ahí, no tengo porque
encontrarme estas cosas en mi propia casa.
- Y si no lo hago, ¿qué? Me dijiste que
esta era mi casa, así que tendré lo que me dé la gana. Además, no pienso
deshacerme de cosas solo porque tú sospeches que me lo ha regalado un hombre.
Dani se levantó y paseo por la cocina.
- Sí que lo harás Silvia. En esta casa
solo hay lugar para recuerdos de nosotros dos, nada más.
Silvia entrecerró los ojos.
- ¿Cuando compraste esta casa?
Sabía que como mínimo hacia 6 años.
Dani la miro brevemente antes de continuar su paseo por la cocina.
- ¿Y eso qué más da? No cambies de
tema.
- Quiero saberlo.
- Hace… Hace un tiempo.
- ¿Cuánto tiempo exactamente?
Dani suspiro.
- Silvia de verdad, déjalo vale. Además,
estábamos hablando de ti y de los estúpidos regalitos que otros te han dado.
Silvia puso los ojos en blanco y cogió
la cajita con el anillo antes de levantarse. Ya se lo mandaría a Charles por
correo ya que no significaba nada para ella.
- No hay manera de hablar contigo así
que olvídame ¿vale?
Dejo la cocina tal y como estaba, ya lo
recogería todo más tarde.
- Silvia.
Silvia se detuvo en el marco de la
puerta, pero no se dio la vuelta.
- Hace 7 años que compre la casa. Para
ti…
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