domingo, 30 de junio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 16


Al día siguiente Silvia se levanto tarde. Dani había estado distante con ella incluso cuando estuvieron comiéndose la tortilla que había preparado. Después de la cena tardía, la instalo en su habitación y dijo que el ya dormiría en el sofá o algo. A Silvia no le dio tiempo de pedirle que se quedara con ella, y la verdad era que no había podido dormir muy bien.

Se estiro lentamente, sentía dolor en músculos que nunca antes había sentido y sonrió al pensar en lo que había causado ese placentero dolor.

Seguidamente frunció el ceño, ¿porque Dani la había acusado de engañarla? ¿Porque hablaba de casarse?

Silvia decidió darse una ducha antes de enfrentarse a Dani, pero cuando termino y fue a hacerse algo de desayunar, se dio cuenta de que Daniel no estaba durmiendo en el sofá, y la casa estaba tan silenciosa que parecía que no había nadie.

Daniel tenía razón cuando decía que no era muy grande, pero era suya y olía a él. Eso bastaba para que a Silvia le pareciera el mejor piso del mundo.

Cuando termino el desayuno, fregó los platos y como no tenía otra cosa que hacer decidió encender la televisión, aunque no veía nada de lo que estaban poniendo. Los eventos de la noche anterior se repetían en su cabeza una y otra vez y Silvia no dejaba de intentar averiguar qué era lo que había dicho o hecho para que Dani reaccionará como lo hizo.

Al cabo de un rato seguía pensando en ello, cuando escuchó la puerta de la entrada, y Dani entro con unas cuantas bolsas de comida.

- Bien, estas despierta.

No parecía de mejor humor que ayer. Silvia no respondió, simplemente le miro.

- ¿Quieres hacer algo, ver algún lugar ya que estas aquí?

¿Qué pensaba, que iba a pasarse la semana haciendo de turista? Silvia negó con la cabeza y Dani suspiro, frustrado.

- Está bien, ¿hay alguna otra cosa que te apetezca hacer?

Inmediatamente Silvia se sonrojo y desvió la mirada. Si que había algo pero después de la reacción que había tenido Dani la noche anterior al hacerle el amor, ella no pensaba proponérselo. Daniel tosió nerviosamente y se dio la vuelta, como si estuviera ocultando algo. Todavía me desea, pensó Silvia, sin entender su rechazo. Daniel se aclaró la garganta.

- Bueno, mañana temprano salimos temprano hacia Madrid. Hemos quedado con tus padres para cenar.

Silvia lo miro, pero él seguía de espaldas a ella.

- Así que ¿si quieres descansar o algo…?

Silvia negó nuevamente, y volvió toda su atención hacia el televisor, como si la película que estaban echando fuera lo más interesante del mundo.

Daniel se encargo de la comida y la cena, sin poder olvidarse de la noche anterior. Todavía podía notar el sabor de Silvia en su lengua. Podía sentir su piel bajo la suya... Y Dios, cuando Silvia había insinuado con su mirada que era lo que quería hacer, casi se abalanza sobre ella en el sofá. Tenía que controlarse, porque a su cuerpo no parecía importare el engaño. Había hablado brevemente con Eduardo por la tarde, para explicarle que él y Silvia iban a casarse, pero que necesitaba su apoyo para que Silvia no lo dejara tirado. Mañana tendría que explicárselo todo, y no era una conversación que estaba deseando tener. Después de la llamada había ido a comprar un anillo, pero claro, ya tenía el anillo perfecto en la caja fuerte de su casa de Madrid. Era de oro blanco, con una esmeralda preciosa, el color que más le gustaba a Silvia. Sin embargo ahora que había surgido la oportunidad, no quería dárselo. Había comprado el anillo con intención de dárselo después de la fiesta de Eduardo y Marta, como un regalo más; la boda de su hija. Soltó un bufido. Qué tontería… Así que hoy le había comprado un anillo muy sencillo, aunque elegante. También de oro blanco, porque eso era lo que a ella le gustaba, con unas pequeñas piedras preciosas en negro. Sabía que no expresaba lo que tenía que expresar pero no podía abrir su corazón ahora, porque si no, se lo arrancaría de cuajo.

Silvia se moría por que Dani la llamara a la cocina y le diera algo que hacer. Deseaba hacerle alguna de las recetas que su madre le había enseñado por el. Sin embargo, él solo estaba haciendo la cena y parecía no necesitar ayuda, así que a ella le tocaba esperar viendo la tele. Ya había hecho zapping unas cuantas veces por todos los canales, pero no encontraba nada en lo que se pudiera concentrar más de 10 segundos.

La comida olía de maravilla, y el estomago de Silvia rugió en reacción.

Dani termino de poner la mesa, y la llamo para sentarse a la mesa con él. El grave timbre de su voz le ponía los pelos de punta, y cuando vio la mesa, casi podía creer que Dani quería seducirla. Casi, porque aunque la mesa parecía estar puesta para dos amantes, con velas incluida, la cara de Dani reflejaba de todo menos seducción o amor.

Comieron en silencio, con el suave murmullo de la tele como sonido de fondo. Dani parecía ponerse más nervioso por momentos, y no paraba de meter la mano en el bolsillo del pantalón. Silvia lo miraba con curiosidad, preguntándose como reaccionaria si se levantara ahora mismo e intentara seducirlo. La detendría… ¿o se aprovecharía del momento? Se mordió el labio. Estaba loca por volver a sentir los besos de Dani, sus caricias. No pudo contener el gemido que salió de su garganta. Quería volver a estar con él y le dolía que él no pareciera querer lo mismo de ella. Dani la miraba con preocupación.

- ¿Estás bien?
- Perfectamente - mintió Silvia, sin poder mirarlo a los ojos.

Daniel se levantó, inquieto.

- Dios mío Silvia, yo… esto…

Respiro hondo y lo volvió a intentar.

- Silvia, yo… yo no pensé que las cosas irían así. Yo… no se…
- Déjalo Daniel. Nos acostamos, no te gusto y ahora no sabes que hacer conmigo. No pasa nada.

Silvia sentía que se desgarraba por dentro con las siguientes palabras, pero se obligó a decírselas.

- En cuanto me lleves a mi casa, no tendrás que volver a verme, te lo aseguro.
- ¿Eso es lo que crees? ¿Que no me gusto?

La pregunta pillo a Silvia desprevenida, si no era eso, ¿qué más podía ser? Claro que todavía no le había aclarado lo del engaño y eso, así que espero a ver si le contaba que demonios le pasaba.

- Silvia…

Daniel suspiro cansado pero ahora mismo le daba igual. Escucharlo llamarla por su nombre en vez de su mote, la estaba enfureciendo. Era como si él se negara a usar ese nombre tan íntimo entre los dos.

- Mira, no es que no me gustara, porque me gusto. Pero…

La miro de reojo, mientras ella esperaba.

- Sé que me engañaste ¿vale? Pero eso da igual. Vamos a casarnos y ya está.

Silvia se rebeló, aunque esto era lo que deseaba, sabía que Daniel no lo hacía por amor, sino por alguna estúpida idea del honor.

- ¿De qué estás hablando? No pienso casarme contigo, ¡solo porque nos hayamos acostado!

Daniel entrecerró los ojos.

- Si que nos casaremos. He sido el primero, y pienso ser el único.

Sus palabras encendieron una llama de esperanza, que con las siguientes palabras de Dani pronto se volvió a extinguir.

- No usamos protección y podrías estar embarazada. No pienso dejar que mi hijo nazca fuera del matrimonio.
- No estoy embarazada, así que ya esta te libero de tu ‘obligación’ hacia mí.
- Eso no lo sabes.
- Si Dani, sí que lo sé.
- ¿Cómo? ¿Cómo sabes que no llevas a mi hijo creciendo dentro de ti?

La mirada llena de sospecha, dolió, pero Silvia intentaba dejar que no la afectara.

- Porque lo sé Dani, y ya está

Se levantó de la mesa para ir a la habitación, pero él le bloqueo el paso.

- Silvia…

Su nombre sonó como un gruñido amenazador, pero Silvia no se dejo amedrentar.

- ¿Lo quieres saber? Está bien. Sé que no estoy embarazada porque me pongo la inyección anticonceptiva ¿de acuerdo? Por eso lo sé. ¡Por Dios!

Dani claramente no se había esperado esa respuesta, pero se enderezo.

- Me da igual. Esas cosas no son efectivas al cien por cien, así que serás mi esposa te guste o no.

Silvia tenía ganas de darle una bofetada, pero se contuvo.

- Ya te dije una vez que no quería casarme contigo, y nada ha cambiado.

Sabía que era un golpe bajo y la cara de dolor de Daniel le hizo arrepentirse inmediatamente de sus palabras.

- Dani… lo… yo, lo sie…
- Ni se te ocurra disculparte. Eso es lo que sientes. Me parece estupendo. Excepto que ahora no tienes elección. Nos vamos a casar quieras o no.

Metió la mano en el bolsillo y saco lo que había estado ocultando toda la noche. Silvia abrió mucho los ojos y se tapo la boca con la mano mientras Dani abría la pequeña caja con el anillo y se la enseño.

- No quiero tener que obligarte a nada, así que lo intentare una vez más. Silvia, ¿quieres casarte conmigo?

Silvia se quedo callada con la mano todavía en la boca. Una lágrima solitaria le bajaba por la mejilla. Sin apenas voz le contesto.

- No. Lo siento Dani, pero no.

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