- No hay
nada que perdonar, Campanilla. No te gusto el beso y me lo dejaste saber. Eso
es todo.
- ¿Así
que me perdonas?- Si claro, ¿porque no?
Se
estaba riendo de ella, lo sabía. Ahora tocaba pedirle perdón por lo otro y eso
ya era más difícil. El estaba callado, esperando.
- Vale…
ehm. Gracias.
Cerró
los ojos y respiro hondo.
- Vale y
también necesito que me perdones por… por…
No podía
hablar, tenía la garganta cerrada y la vergüenza no la dejaba ni pensar. Sintió
que estaba al borde del llanto, pero no quería mostrarse débil ante Dani. Él
era el que había sido humillado aquella noche, no ella. Ella solo se había
puesto en ridículo delante de todos. Dejo escapar el aire que estaba
reteniendo.
- Necesito
que me perdones por aquella noche.
- ¿A qué
noche te refieres?
Silvia
resoplo.
- No me
lo vas a poner fácil ¿verdad?
Daniel
sonrió y levanto los hombros.
- Ya que
te disculpas, lo haces bien.
Y una
pequeña venganza tampoco estaba mal, pensó.
- Está
bien, te pido perdón por haberte humillado la noche de la fiesta de mis padres
hace 6 años. Por haberte gritado delante de todas esas personas y sobre todo
por haberte dicho todas esas cosas horribles que no eran verdad. Como te dije
antes, tenía miedo y cuando todas esas personas empezaron a preguntarme que
cuando íbamos a casarnos y tener hijos, pues me agobie y bueno, ya sabes lo que
paso.
- ¿Así
que no me odias?
Daniel
se estaba burlando de ella, pero no importaba, esta era su manera de vengarse.
- No, no
te odio. Nunca te he odiado.
- Hmm…
vaya.
Daniel
la miraba pensativo.
- ¿Y no
te molesta que te llame Campanilla?
- No,
claro que no.- Vale, ¿y eso de que no te gustaban mis besos?
Dios, se
estaba vengando y bien. Sentía como la cara le ardía de vergüenza, y no se
atrevía a mirarlo.
- Eso...
Se
aclaró la garganta porque ya no le quedaba voz de lo nerviosa que estaba.
- Eso también
era mentira.
- Vale,
te perdono
- ¿Qué?
Silvia
abrió los ojos, para luego entrecerrarlos y mirarlo.
- ¿Ya está?
- ¿Que
mas quieres? Te he perdonado por darme una bofetada y te acabo de perdonar por
humillarme delante de cientos de personas. ¿Pensé que eso era lo que querías?- Si claro, pero no pensé que…
- ¿Que te fuera a perdonar?
- Bueno, suponía que me perdonarías, pero no tan fácilmente.
- Hace 6 años Campanilla. Yo te agobie, tú perdiste los estribos y te desahogaste conmigo. Eso es todo, ya nos podemos olvidar del tema.
- Si ‘eso es todo’ ¿porque no me has hablado en 6 años? ¿Porque te fuiste sin mirar atrás?
Daniel
suspiro.
- Para
dejarte tranquila, Campanilla. Esa noche me dijiste básicamente que no querías
saber nada de mí, así que decidí que salir de tu vida por completo seria la
manera más fácil de hacerte feliz.
- No te
imaginas cuánto te he echado de menos.
La voz
le temblaba y no podría retener las lágrimas mucho más. Se mordió el labio.
- Todos
los días quería llamarte y pedirte perdón, pero no me atrevía.
Cerró
los ojos fuertemente.
- Siento
haberme comportado como lo hice. Yo no quería hacerte daño.
- Ya
paso Campanilla. Olvídate, ¿vale? Anda, déjame llevarte a tu casa.
- Dani…
El aviso
de Silvia le hizo volver en sí.
- Te has
pasado. Mi piso está en la calle que acabamos de pasar.
Lo miro con curiosidad.
- ¿En qué
estás pensando?
- Ejem…
nada, cosas de trabajo.
Silvia
sonrió.
- Por
supuesto…
Daniel
bajo del coche, para acompañarla a su puerta. Llevaba las llaves en la mano, y
Daniel pudo ver que llevaba la llave que él le regalo a los 18. Ella todavía no
sabía de donde era esa llave y el pensar que la llevaba encima lo hacía
sentirse bien.
Ella lo
miraba expectante, y Daniel sabía que ella estaba esperando que la besara. Sin
embargo, su mantra resurgió más fuerte que nunca. Nunca más, nunca más,
nunca más…
Le cogió
una mecha de pelo y se la puso detrás de la oreja acariciándole suavemente la oreja
y la curva de su cuello, para tocar el colgante. Seguidamente le dio un casto
beso en la frente
- Buenas
noches Campanilla.
-
B...Buenas noches Dani.
Lo
volvió a mirar decepcionada antes de darse la vuelta y entrar en el piso.
Sabía
que ella quería que la besara, y él no sabía cómo se había controlado, porque
en lo único en lo que podía pensar era besarla hasta que los dos perdieran el
sentido. Pero tenía que ser fuerte o volvería a comportarse como un idiota
enamorado, y la volvería a perder. No, esta vez no la iba a asustar. Esta vez
dejaría que ella tomara la decisión de besarle y de seducirle. Por mucho que el
deseara colmarla de besos y mandarle flores y regalos, esta vez no lo haría. No
volvería a cometer ese error. -Nunca más-
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