jueves, 6 de junio de 2013

Un amor inolvidable - Capítulo 3


- Dios mío, ¡está aquí! ¡DiosmioDiosmioDiosmio! - el corazón de Silvia latía a mil por hora. No se podía creer que por fin volvía a ver a Dani, ¡a su Dani!

Aunque, el breve ‘hola’ que le había dirigido, no parecía un buen comienzo, Silvia se negaba a dejarse abatir. Sabía que no sería nada fácil volver a caerle bien, pero estaba decidida a volver a conocerle, y por lo menos volver a tener su amistad. Para sus padres también sería mucho mejor si pudieran tener a sus dos ‘hijos’ juntos en los eventos familiares importantes.

Lo miro de reojo, había cambiado mucho desde la última vez que lo vio. Por aquel entonces era un chico delgado y un poco tímido, aunque nunca con ella. Ahora era todo un hombre, con un cuerpazo de hombros anchos y musculosos. El aire de seguridad y arrogancia que le rodeaba, lo hacía incluso más atractivo. Más masculino.

Cuando el café estuvo listo, se sentó en frente de él, segura de que su madre dirigiría la conversación, y ella ya podría intervenir y así hablar con él. Sin embargo cuando su madre se levanto y anuncio que ‘tenia cosas que hacer y los dejaba porque seguro que tenían muchas cosas de las que hablar’, casi se atraganta con el café. Por obra del destino, en ese mismo momento sonó el teléfono y su madre salió rápidamente de la cocina para atenderlo en el salón.

Ahora sí que estaban solos, y de nuevo, silencio…

Sintió la mirada intensa de Daniel en su cuerpo, pero se agarraba a su café como si fuera un salvavidas, y no se atrevía a levantar la mirada, por lo que pudiera ver en esos ojos azules.

Nunca se había sentido tan tímida, ni tan intimidada, y se regaño en silencio por ser una cobarde.

Se aclaro la garganta, para preguntarle como estaba, pero él se le adelanto.

- Me voy. Adiós, Campanilla
- ¿Qué? ¿Ya? ¿Porque?

El escuchar su mote, el que él le había puesto cuando solo tenía 8 años, y con referencia de su peli favorita del momento, la puso aun más nerviosa de lo que ya estaba. Le hizo verla tantas veces, que los dos se sabían el dialogo completo.

El no pudo reprimir una sonrisa al ver sus nervios por haberla llamado así. Sabía que estaba recordando el porqué de su mote.

Por mucho que le gustaría quedarse aquí y perderse en sus ojos, sabía que si lo hacía, estaría perdido para siempre. Se había prometido así mismo que jamás volvería a caer. No podía volver a dejar que le robara que corazón porque simplemente sabía que volvería a ser el idiota que fue y volvería a ser humillado por ella, de una manera u otra. Por esa razón se levanto, cogió su chupa de cuero y se fue hacia la puerta. 

- Dile a tu madre que volveré en otro momento.

Silvia se quedo quieta un momento, dolida por el rechazo. Pero su determinación le hizo salir detrás de él antes de que se fuera.

- Dani. Dani, ¡espera!

Vio como dudo un momento en sus pasos, y luego siguió andando hacia su moto.

- ¡Dani!

Se quedo quieto pero no se dio la vuelta

- ¿Qué quieres Campanilla?
- Siento lo que te hice aquel día, y quiero que me perdones.

Ya esta, ya lo había dicho.

Daniel cerró los ojos por un momento mientras asimilaba las palabras de Silvia. Sentía nauseas, y estaba seguro que iba a vomitar de la tensión que sentía en el cuerpo.

- No sé porque tendría que perdonarte, no sé de que hablas.
- Mentiroso. Mírame a los ojos y repite eso.

Daniel no se podía mover, sabía que si la miraba a los ojos, caería rendido a sus pies dispuesto a que ella le hiciera lo que le viniera en gana y no podía dejar que eso pasara. Otra vez no.

Incluso cuando ella se planto delante de él, desafiante y orgullosa, el solo podía mirar al frente. Casi en un suspiro, le volvió a preguntar.

- ¿Qué quieres Campanilla?
- Que, ¿estas sordo? ¡Quiero hablar, quiero que me perdones, necesito que me perdones por el daño que te hice!

Los ojos le brillaban, y aunque Dani no la estaba mirando fijamente, esas lágrimas sin verter le dolían como un puñal.

Silvia siguió hablando, aunque el parecía ausente.

- Cena conmigo. Hablamos un poco, te digo lo que te tengo que decir y ya está. Si quieres, después de eso no tienes que volver a verme nunca más.
- Aunque eso suena bien,  ¿porque iba yo a hacer algo así y gastar mi tiempo contigo?

La manera en la que soltó esa última palabra le dolió, pero intento no demostrarlo.

- Porque te lo estoy pidiendo yo

Silvia bajo la mirada, dolida, y la actitud orgullosa y desafiante había desaparecido.

- Mira Campanilla, no tenemos nada de qué hablar ¿vale? Simplemente olvídate del tema y déjalo estar.
- ¿No crees que eso ya lo he intentado? No puedo olvidarme, por eso necesito que hables conmigo.
- Pues lo siento, pero ese es tu problema, no el mío.

Sin mirarla ni una sola vez, la rodeo y se subió a la moto, dejando a Silvia atrás con los ojos húmedos, y todo por su maldito orgullo.

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