Esa noche fue distinta a las demás. Si, estaban
juntos, hablaban, pero algo pasaba. No estaban tan cómodos como siempre y
Sandra no pudo evitar preguntarse si era por que trabajaban juntos o porque
estaba tan confusa que no sabía ni que pensar.
- ¿Estas bien Sandra?
- ¿Eh? Sí, sí. Solo estoy cansada, es todo.
- Pues me voy.
- No, quédate. Si no ha terminado la peli.
- No importa, ya la veremos otro día. Tienes que
descansar. El lunes ya no estas con Laura, y te vas a dar cuenta de lo exigente
que soy.
Le guiño un ojo y le dio un beso en la frente.
- Te veo el lunes pequeña.
*-*-*-*-*
El lunes Carlos llego temprano a la oficina. Había
quedado con Rafa, quería hablar con él sobre Sandra. Lo había visto flirtear
con ella la semana anterior, y no pensaba tolerarlo más, y no solo porque
estaban en el trabajo. Entro en su despacho y Rafa ya estaba dentro
esperándole.
- Cuéntame hermanito. ¿Qué mosca te ha picado para que
me hayas tenido que sacar de la cama a estas horas?
- Quiero que dejes de tontear con Sandra.
- ¿Por qué? Si no he hecho nada. Ni pienso hacerlo.
- Le estas dando falsas esperanzas, y no quiero que se
haga ilusiones con algo que jamás podrá tener.
- ¿De que estas hablando?
- Ella está enamorada de ti. O eso cree. Así que
aléjate de ella.
- Yo…
- ¿Cómo has podido?
Sandra no se lo podía creer. Había querido empezar
temprano, llegar antes que Carlos para sorprenderle, y al ver la puerta medio
abierta se acercó, solo para escuchar como su mejor amigo se mofaba de sus
sentimientos. Sentía las lágrimas en los ojos, y quería huir, pero no sabía a dónde.
Se sentía humillada, traicionada. Y lo peor era la expresión de lastima en la
cara de Rafael. Se dio la vuelta y bajó por las escaleras, no tenía tiempo para
esperar el ascensor.
- ¡Sandra! ¡Sandra! ¡Mierda!
Carlos se sentía fatal. Jamás hubiera pensado que
Sandra estaría en la oficina a esta hora, y su cara de dolor, de humillación,
le perseguiría para siempre.
- Espera hermanito, voy yo.
- Rafa…
- Créeme, no va a querer verte ahora mismo. Déjame
hablar con ella, convencerla de que lo hacías por su bien.
- Está bien. Ve.
Rafa la encontró sentada en medio de las escaleras,
varias plantas más abajo. No estaba llorando, pero le faltaba poco.
- Hola preciosa.
- Déjame en paz.
Tuvo el descaro de reírse. Empezó a levantarse pero él
la agarro para que se volviera a sentar.
- ¿Es cierto lo que ha dicho mi hermanito?
- No.
- Mentirosa.
Sandra lo miro con los ojos entrecerrados.
- ¿Y tú que sabrás?
- Sé que me deseas. Todas me desean. Todas menos mi
súper asistente.
Soltó una carcajada. Sandra no entendía a que venía
todo esto.
- Solo es algo físico ¿vale? Nada más. No estoy
enamorada de ti, ni quiero casarme contigo ni nada por el estilo.
- ¿Si es físico por que no deseas a Carlos?
- ¡Carlos es mi amigo! ¡No lo puedo desear!
- Ya, pues…
Sandra se levantó.
- Paso de escuchar tus tonterías. Tengo que trabajar.
- Está bien, está bien. ¿Es físico no? Pues salgamos
algún día, así te puedes cansar de mi físico, ¿y ya te olvidas de mí no?
- ¿Pero qué te crees que soy?
- ¿Te parece bien el sábado?
Sandra se lo pensó un momento.
- Que sea el viernes.
AAAhhhh!!!!... ¿Que es lo que va a pasar?
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