El enigmático mensaje de Sandra lo hizo salir de casa
corriendo, para acudir a su lado. Te
necesito.
Dos palabras.
No sabía que le habría hecho su hermano, pero sentía
ganas de buscarlo para patearle el culo. Por si acaso. Llego a la casa de
Sandra 15 minutos después, frunciendo el ceño al ver que no había ni una luz
encendida… ¿igual Sandra se había equivocado al mandarle el mensaje? Pero no,
Sandra lo necesitaba, podía sentirlo. En vez de llamar, uso su llave, y al
entrar escucho los sollozos suaves que provenían del salón.
- ¿Pequeña? Soy yo.
Se quedó en la entrada, y escucho como Sandra se
acercaba y se tiraba a sus brazos.
- Shh, ya está cielo, ya estoy aquí. ¿Qué ha pasado?
- Me… ha… dado… plantón…
La apretó más fuerte contra él. No soportaba su dolor.
En cuanto encontrara a su hermano, lo mataba.
- Mi hermano es idiota.
Eso arranco una sonrisa a Sandra, que se separó de él
para mirarle a los ojos. Incluso en la oscuridad, podía ver el brillo de sus
lágrimas, y ver como se lamia los labios. Oh dios, no podría resistirse a ella.
Esta noche no. Pero no podía aprovecharse de ella, estaba sufriendo y…
Sandra vio la ternura en su mirada, y no se lo pensó.
Lo beso. Un beso suave, tímido, pero estremecedor. Gimió mientras abría la boca
para saborearlo entero. Carlos se había tensado pero eso no la detuvo. Lo
necesitaba. Lo necesitaba de una manera primitiva y salvaje, mujer contra hombre,
amándose locamente. Atrás quedaba el plantón que le había dado Rafa, él ya no
existía, solo existía Carlos. El único hombre que siempre estaba ahí, el único
que la entendía, que la escuchaba, que la trataba como una diosa incluso cuando
tenía un día tonto. Fue como si se le abrieran los ojos por primera vez en
mucho tiempo. Ella no quería a Rafa. Quería a Carlos. Lo quería como algo más
que un amigo, y ya era hora de que se lo demostrara. Sin dejar de besarle,
comenzó a intentar quitarle la ropa.
Carlos no sabía que pensar, pero no podía soltarla
tampoco.
- Sandra cielo, estate quieta.
- No.
- Sandra. Yo no soy Rafa.
Eso la detuvo.
- Claro que no lo eres. Eres Carlos. Mi Carlos. Ahora…
cállate.
Sus suaves labios lo asaltaron otra vez, y Carlos tomo
el control. Si ella sabía quién era y aun así lo besaba de esa manera… quizás…
solo quizás, por fin sus sueños se harían realidad. Ahora tendría que mostrarle
que el Carlos que ella conocía, tenía un lado oscuro. Le iba a mostrar el lado
dominante siempre había tenido que esconder de ella. Sonrió para sí cuando ella
tiro de su ropa, impaciente. Si, le mostraría a su peque, quien mandaba en la
cama, y haría que disfrutara mientras se lo mostraba.
Ooohhh!!!!... Que bueno se está poniendo esto!!!
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